El show de Michael Jackson

He tratado de distanciar esta reflexión para evitar que alguno de mis lectores se sintiese ofendido. Pero, con todos los respetos, lo que ha rodeado a la muerte de Michael Jackson me ha sonado a un verdadero show rayando en lo esperpéntico. Un verdadero montaje del que sin duda se están beneficiando unos cuantos, y una campaña de marketing de una tragicomedia capitalista. ¿Cuántos dólares están ganando a costa de la desaparición del ídolo? Después de lamentar su trágica muerte, hubiese sido lo normal organizar un funeral y punto, al margen de las investigaciones policiales que, por cierto, están sonando tambien a un burdo montaje. El cuento de nunca acabar con un entierro demorándose hoy mañana y anteayer, como para alimentar un morbo malsano de una masa que vive embobada tras personajes que ni siempre responden con sus vidas íntegras e imitables a los aplausos de la multitud.

En realidad es uno de los frutos de esta sociedad de consumo en la que se compran, venden y sobre todo manipulan los sentimientos. Se orquestan los acontecimientos hábilmente para enriquecimiento de unos cuantos espabilados que aprovechan cualquier circunstancia para incrementar sus cuentas bancarias mientras, en la gran paradoja del momento, mueren de hambre un montón.

Muy posiblemente los grandes perjudicados del asunto sean los pobres hijos del cantante que igualmente son manipulados por cotilleos e indignas escenificaciones. Se juega con ellos de cara a la pantalla, a la galería, mientras los jugadores se enriquecen y la justicia permite por omisión este juego sucio y ruin.

Es imposible mayor ruindad que la que estamos contemplando. Venta de souvenires, velas, camisetas, todo tipo de llamados recuerdos del rey del pop movidos por una mano oculta que maneja, tras las bambalinas, toda esta tragicomedia con terrible falta de escrúpulos. Hasta el mismo féretro, de un lado para otro, entra en juego. Aquí todos en un mismo saco que huele muy a podrido: médicos, mayordomos, policías, judicatura, familiares y exfamiliares una serie interminable de elementos que, cuando menos, debieran estar en la cárcel a buen recaudo por la burda manipulación que están practicando a todo el planeta.

Así nos hemos pasado el verano con un estudiado goteo de noticias sobre el caso, mientras el manipulado personal sigue embobado por ese reguero de noticias.

En el fondo, sin que ello mancille la preciosa libertad de expresión, lo que se necesita es un estricto código deonto lógico que regule situaciones como la que comentamos, con una limpieza a fondo de tanto aprovechado que se pasea por los medios y por el mundo en general. Aprovechados incluso de situaciones dolorosas que, pese a ser lamentables, debieran pasar a la intimidad de quienes de verdad las sufren.

Y, en todo ello, nada digamos de cómo en este mundo se generan, se crean y destronan ídolos, que esa es otra. Liderazgos que en poco ayudan a la sociedad y menos a la juventud que les sigue. Como fruto de ese marketing del que hablamos se crea en la actualidad y se encumbra a personas cuyas vidas ni siempre responden al lugar que pretenden ocupar y, en muchos casos, ocupan.

Hombres y mujeres de paja cuyas vidas, tanto en coherencia como en valores, está a años luz de ser medianamente imitable. Movidos todos ellos por el tener y poseer honores, fama, dinero y que en realidad son unas pobres personas envueltas en mil y un lío e inconfesables costumbres. Esa es la fruta del tiempo y por esto acaso sea por lo que el gran problema del mundo actual es la falta de verdaderos lideres de valores inmutables. Porque uno sigue pensando que los verdaderos valores son eso, permanentes e inmutables y, sobre todo, imitables.

José Carlos Fernández Otero

Queen,gracias en subir este articulo!!es digno de leer!!
Un saludo!!